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20 de agosto de 2012

El último salto de trampolín

Foto de Federì
Hace cerca de 2.000 años un hombre joven tuvo una visión de su muerte totalmente distinta a la de sus coetáneos. Y no solo se la imaginó, quiso que formara parte de su tumba. Se vio a él mismo haciendo el paso de la vida a la muerte como un saltador de trampolín (Il tuffatore) que se lanza desde el mundo civilizado, conocido (representado por las columnas de Hércules) a un lugar completamente virgen, inexplorado (el mar).

¡Qué sensación de seguridad, confianza y libertad al observar esta obra de arte! Me llamó la atención la determinación con la que el saltador desciende, pienso que se trata de un salto consciente, de un nuevo despertar brillante, digno de uno de esos sueños lúcidos y extraños que recuerdas cuando despiertas un día de verano.

En el Museo Arqueológico de Paestum hay decenas de tumbas pero todas con técnicas e iconografía muy parecidas. Esta es la joya del museo, un emblema del triunfo de la imaginación, la consciencia y la creatividad.

Cuando observaba la pintura me preguntaba e imaginaba qué tipo de vida habría tenido este chico, cuáles eran sus anhelos, de qué murió, cómo afrontó los últimos minutos de vida y cuando me despedí pensé: tu valentía te hizo inmortal.

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