Imagen de Els Comediants |
Ese día, a las 23:17 horas, al grito de "¡Ahora!" salí corriendo por una de las puertas del Estadi Olímpic de Montjuïc como si me persiguiera el demonio pero con el cuidado de quien lleva un tesoro en las manos. Corrí hacia mi lugar, rodeada de gente pero sin ver a nadie, con rumbo directo y notando alrededor miles de flashes que retumbaban en mi retina. Llegué a mi punto en la oscuridad, ahí iban llegando el resto de compañeros. No nos veíamos las caras pero sabía que como yo todos sonreían. Estábamos a punto de empezar, de hacernos visibles, de mostrar al mundo aquello que habíamos estado ensayando durante meses. Aquella era la primera vez que lo hacíamos envueltos en la oscuridad de la noche. El cambio de la música nos indicó que había llegado el momento de hacernos visibles y encendimos, al unísono, la luz de nuestras estrellas y planetas. !Hola mundo, estamos aquí! Hemos venido a despediros de Barcelona con una historia sobre el origen del mundo "concebida como un canto al fuego, la luna y el sol".
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Sentir la energía que desprenden miles de personas tomando atención en una acción colectiva, fluyendo con cada uno de los movimientos que haces. A medida que iba intuyendo que terminaba, anticipaba la nostalgia de lo que pronto iba a suceder porque ya conocía el final: Tenía que desprenderme de esa estrella que había cuidado con tanto esmero. Soltarla y que volara con el resto de estrellas y planetas. Así que saqué mis tijeras del bolsillo, miré a mi compañero de fila, escuché el acorde del fin y corté con decisión la cuerda que nos unía.
El mar de estrellas y planetas luminosos, que se movían ordenados en la pista, se balanceó en el caos del aire, que se los llevaba lejos, arriba, arriba...
El 9 de agosto de 1992 llevé una estrella en el espectáculo de Els Comediants, una estrella que hoy traigo aquí para que nos vuelva a dar luz. Para que en la oscuridad de la desesperación, la sinrazón y la indignación nos muestre que el camino es trabajar juntos, con disciplina, con tesón, pero sin presiones, sin líderes absolutos parlanchines, con el único fin de que todo salga bien, como esperamos, como creemos. La estrella brilló durante unos pocos minutos pero antes tuvimos la suerte de disfrutar de todos los días que nos llevaron hasta allí y cuando llegó el momento, lo dimos todo, no nos quedó nada. En los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 miles de voluntarios organizados a través de pequeños grupos locales de asociaciones demostramos que se puede hacer un cambio de rumbo si todos queremos ¿Por qué no hacerlo ahora?