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25 de septiembre de 2018

No soy guay

Yo haciendo algo poco guay: Dar de comer a una cabra sin filtros
No soy guay. Lo veo cuando me paseo por el buscador de Instagram "cazando" influencers para enrolarlos en proyectos con marcas. Soy tan poco guay que ya no sé si la palabra guay está de moda ahora para significar que estás enterado de la vida moderna. Un ejemplo: Me juego algo a que me enseñas el cartel del próximo Primavera Sound y no conozco ni a 10. ¿He dicho 10? Creo que a duras penas llegaría a 5. Y mi bajo nivel de guayerismo no se queda aquí, afecta a otras esferas de mi vida. Otro ejemplo: Llevo 3 años yendo de vacaciones muy cerca de mi casa sin importarme los paraísos exóticos que me estoy perdiendo. Una sombra, aguas tranquilas y cristalinas y paseos por el bosque. Y siestas obligatorias.

No ser guay ha hecho que muchos conocidos ya no estén en mi vida. Durante este tiempo he hecho una poda exhaustiva, casi sin quererlo. Se han marchado, poco a poco, sin hacer ruido. Esto, aunque en un principio es desconcertante, me ha ayudado a enfocar mejor, a fijarme en lo que es importante. Esas marchas silenciosas se han acompañado de una visión clara de que nunca he necesitado más que ahora de la ayuda de otros, de un poco de su tiempo, de su comprensión. Y allí estaban, los que han estado siempre. 

Lo que quizá no saben los que siempre son guays y buscan a gente guay es que no ser guay te permite situarte en un lugar desde el que tomar perspectiva, pensar profundamente, vivir y aprender de los contratiempos, del dolor, del fracaso, de la frustración... Mirar la vida desde otro punto de vista al fin y al cabo. Y esto tiene mucho valor hoy día, por lo escaso.

No soy guay y esto me ha enseñado una cosa: Sólo quiero ser valiosa para los que me importan.

2 de marzo de 2018

Casi 7 años después de la #spanishrevolution


Foto de Clem Onojeghuo en Unsplash
Hoy me dio por volver al blog y leí algunos de los posts que escribí con gran motivación cuando "explotó" la web 2.0. Lo bueno de volver a leerte al cabo de bastante tiempo es que despierta un cóctel de sensaciones que van desde la vergüenza ajena a la perplejidad de a veces no conocer a la persona que escribió esas palabras. Pura ilusión y esperanza era lo que corría por aquel entonces. ¿Ingenuidad? Probablemente también.

¿Os acordáis de la #spanishrevolution? Nos hizo pensar que podíamos construir algo distinto, más justo, más eficiente, más humano. Pero el tiempo -casi 7 años- y a pesar de que muchas de las ideas que de allí surgieron han calado en muchos ámbitos, parece que han terminado esfumándose. Las nuevas herramientas 2.0 ayudaron a dar voz a los que no la tenían, motivaron que los aislados se encontraran por sus ideas, que la agenda política y social estuviera en parte marcada de abajo a arriba... O al menos eso parecía. Como contramovimiento a la “revolución” 2.0 se instaló un miedo a lo desconocido, la gente solía hablar de estas herramientas como si fueran el mismísimo diablo, sin ver ni una pizca de su potencial.

Por entonces ya empezaba a hablarse del término "infoxicación". Muchos se quedaron en la cuneta porque se vieron sobrepasados por el exceso de información, que lejos de ser beneficioso, fue un torrente del cual muchos huían despavoridos. Los que quedaron vivimos el auge de la agitación y la confusión que ahora campa a sus anchas por los mundos digitales. Los medios de comunicación “tradicionales” han pecado de falta de rapidez en su reacción al cambio y lejos de seguir siendo un lugar fiable han perdido credibilidad, sobrepasados muchas veces por los acontecimientos.

Ahora más que nunca es crucial saber discriminar la información y tener un pensamiento crítico. A pesar de los esfuerzos que dicen que están haciendo algunos medios sociales para luchar contra las noticias falsas no es suficiente. Nunca hay que fiarlo todo al criterio de una plataforma, sea la que sea, y tenga los millones de usuarios que tenga.

Ayer en el metro tenía a mi lado un señor con la mirada distraída que hablaba compulsivamente. Una de las frases que dejó caer fue: “El producto somos nosotros. Nos están consumiendo”. ¿La lucidez de un loco?
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