¡Hola! Desde un extremo. Foto de txindoki |
Cualquier mensaje con engagement, reciclado de algún escritor trasnochado, puede transformarse en toda una filosofía de vida si la publica un influencer, siempre que antes haya pasado por algún filtro de Instagram y se le hayan aplicado los hashtags correspondientes. Cuando los gurús de la tecnología empezaron a hablar de un futuro en el que sería posible personalizar la información no imaginé que eso en realidad significaba: Escoja usted lo que más le convenga, quédese siempre con lo que más le convenza y elévelo a la categoría de religión.
Las opiniones elevadas a religión en Internet se transforman en una arma muy potente para lograr visibilidad y hacer banderas, apologías, posts e, incluso, camisetas. Las opiniones se plasman en mandamientos y el que tiene mejor gracia en contarlos gana más retuits, likes y comentarios. Incluso este post, que pretende criticar la polarización de las opiniones, se está convirtiendo en un texto reivindicativo que busca que se calienten los comentarios a favor y en contra.
Grupos de influencers que opinan igual se encuentran en foros, redes sociales y quedadas presenciales para corroborar que lo que piensan es ciencia y lo que la ciencia dice parece corroborar cada uno de sus pensamientos. La información, entendida como materia prima a través de la que las personas se crean una opinión para argumentar con los demás, es un tesoro cada vez más difícil de localizar. ¿Quién está dispuesto a pagar la información de calidad? ¿Qué periodista trabajará simplemente por amor a la profesión información básica para la ciudadanía? Todo un rompecabecas del que siguen faltando piezas.
Los bloggers a veces hacen de periodistas de medios, los periodistas de medios hacen de bloggers. Los tradicionales géneros periodísticos se fusionan, se entrelazan y acaban difuminándose en algo híbrido sobre lo que es difícil discernir su fiabilidad.
Los emisores de información (sean personas, empresas, instituciones, marcas...) se clasifican en dos únicas categorías: "Buenos" o "malos" en función del latigazo provocado por la última horda de "internautas" cabreados o de fans entregados a la causa.
Hoy, cuando firmas una petición online, escribes un tuit o un post en tu perfil de Facebook, debes tener en cuenta que tal o cual idea podrá ser llevada hacia un extremo: Si publicas sobre animales corres el peligro de convertirte de la liga por la defensa de los animales, si publicas sobre un partido político, automáticamente estarás votándolo las siguientes elecciones.
Con todo, siendo consciente que he llegado a polarizar en este post a los que polarizan y a los que intentan no hacerlo, ¿tú de que lado estás?