Estos días andamos muchos despistados: ¿Me pongo falda sin medias? No que por la mañana hace fresquito, mejor pantalones y una rebeca (¿sabíais que "rebeca" viene de la peli "Rebeca" de Hitchcock?). Debajo de la rebeca algo de manga corta porque al mediodía, si hace sol, hace mucho calor. Y luego por la noche, pues depende, pero una chaqueta tejana no molesta. El otoño en esta latitud es impreciso, sorprendente, incierto; por eso lo mejor en cuanto a vestimenta se refiere es utilizar la técnica de la cebolla, pero hay quienes parecen sentirse incómodos y pasan directamente al frío del invierno, aunque no lo haga, como la chica del bus.
¿Puede ser que nos incomode la incertidumbre que provoca estar a merced de una temperatura que fluctúa a lo largo del día y por eso preferimos pasar directamente a la siguiente estación? Muchos vuelven de las vacaciones de verano cerrando una etapa de sol y playa y desean que todo se vuelva gris y lluvioso. Cuando en realidad el otoño aún puede regalar radiantes días de playa, quizá los mejores de todo el año.
Me encanta el otoño y sus transiciones. Puedes tener un día de verano y al día siguiente una hermosa tarde de invierno. Disfruto observando cómo todo cambia y avanza hacia un nuevo estado que conozco bien pero que no deja de sorprenderme en sus detalles año tras año. Las mejores puestas de sol empiezan justo ahora, cada día el cielo pinta unos colores distintos, y a cada parpadeo, los colores vuelven a cambiar.
Con la primera hoja caída empieza un festival de verdes, amarillos y marrones. Se inicia el cambio de piel, la caída de lo superfluo, la preparación para lo que duele pero sabemos que nos hace más fuertes.
Mañana por la mañana volveré a subir al bus vestida con la técnica de la cebolla y deseando que el otoño me sorprendas un día más.
Bienvenido otoño.