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29 de junio de 2017

Envejecer de forma diferente ¿sueño o realidad?


¿Habéis entrado alguna vez en una residencia de la tercera edad? Yo sí, en más de una. Si vas de visita unas pocas horas te parecerán lugares aceptables para pasar los últimos días de tu vida, incluso acogedores, en el mejor de los casos. Y eso siempre y cuando la persona que vas a visitar haya tenido la suerte de poder escoger una "buena residencia". Pero si tus visitas son más intensas, la persona que está ahí aún conserva con bastante dignidad su salud mental, observas atentamente, hablas con los otros residentes y con empleados, es posible que llegues a la misma conclusión a la que he llegado yo: No me gustaría llegar a mayor y estar en una residencia.

Muchas residencias están construidas y gestionadas para dejar tranquilos a los familiares y amigos. Aunque cubren lo básico para atender a una persona mayor, se descuidan muchos otros aspectos que tienen que ver con el acercamiento a la persona y a su realidad vital (y no estoy pensando en talleres de costura y motricidad). Hay excepciones, claro, lugares que además de poner un plato caliente en la mesa cuidan el aspecto emocional de los mayores, los escuchan, los miman... pero por mi experiencia y la que he tenido a través de personas cercanas, son una minoría. Parece que acaba ganando el pulso el tiempo, aquel que nos dice que más pronto que tarde esos suspiros se desvanecerán y la vida que permanece ahí, en butacones con respaldos para las cervicales, son apenas los últimos alientos.

Las palabras "dignificar la vida de nuestros mayores" se quedan muy grandes muchas veces. Son preciosas para llenar artículos y posts pero en la vida real son una cáscara que apenas contiene buenas intenciones. Y más vacía aún está la cáscara cuando la voz de nuestros mayores no se escucha, ni en los medios, ni en las redes... O sí, pero muy poco: Ya hay ancianos que están buscando alternativas a las residencias, como el cohousing, comunidades de viviendas donde se vive en apartamentos y se comparten servicios. Uno de los inconvenientes de este tipo de alternativas es que no todos los ancianos pueden permitírselo económicamente. Precisamente para mujeres ancianas con pocos recursos me llamó la atención la Casa Babayaga, impulsada por la activista francesa de Thérèse Clerc, donde viven 21 mujeres con pocos recursos que pagan un alquiler de protección oficial. Si la visitáis quizá encontráis alguna de las frases de su creadora: "La vejez no es una enfermedad. Queremos envejecer de una forma diferente".

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