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5 de diciembre de 2011

Visión ciega y ceguera social a través de la memoria y la consciencia


El pasado 1 de diciembre asistí a una conferencia muy interesante sobre Visión Ciega y Ceguera Social del ciclo Barcelona Neurociencia y antes que mis notas se diluyan en el papel y mi memoria no alcance a recordar los conceptos más interesantes, me dispongo a escribir estas líneas. Y es que al cabo de unas semanas ya no recordaré casi nada de lo que vi y oí en el Palau Robert. Y pasados unos años, muy probablemente sólo recordaré que Rodrigo Quian Quiroga nos dejó a oscuras durante más de media hora mientras hablaba de su primera visita a Barcelona, sus investigaciones y Jorge Luis Borges. Una sensación única, mientras Rodrigo iba desarrollando su discurso y luchaba para que Morfeo no me llevara, sus historias parecían arraigarse en un lugar protegido de la mente. Nos dejó ciegos ¿para potenciar el resto de nuestros sentidos?

Rodrigo centra su investigación en el estudio de la memoria. Descubrió hace unos años que la información que reúne su concepto no está distribuida en millones de neuronas, sino que descansa en una sola. Así pues, una neurona puede representar un concepto abstracto de una persona, como por ejemplo, Jennifer Aniston. Cuando hablamos de memoria, hablamos de conceptos ya que nuestra forma de recordar es a base de conceptos. Con el tiempo, nuestra memoria desestima la mayoría de detalles para dejar hueco. Al cabo de 30 años de vida, una persona llega a acumular sólo 50 megas de memoria. Qué pena, pensaréis, olvidarnos de detalles importantes de nuestra vida, no recordar las cosas bellas que nos han ocurrido, no tener una memoria prodigiosa que nos permita estudiar y aprobar exámenes sin esfuerzo. Pero no pidáis demasiada porque sería una condena. 

Ya lo vislumbró Jorge Luis Borges en 1944 en el cuento "Funes el memorioso": tener mucha memoria es una condena. Acordarse de absolutamente todos los detalles no permite que nuestro cerebro trabaje de forma correcta, además, existen casos de personas que tienen una memoria prodigiosa pero que no son capaces de entender aquello que memorizan. Un truco para sacarle partido a la poca o mucha memoria que tenemos es ligarla con nuestro interés emocional: está demostrado que cuanto más nos impactan emocionalmente las cosas, más fácil resulta memorizarlas. 

Y allí donde no llega la memoria, entra en juego nuestra interminable capacidad de confabulación. Es decir, de lo que no nos acordamos, nos lo inventamos. Nos encanta inventar y contar historias, todos lo hacemos, desde siempre lo hemos hecho, nuestra cultura se ha transmitido de generación en generación a base de la transmisión de historias algunas más verdaderas o menos, pero en muchos casos han sido efectivas para transmitir ideas y conceptos.

Antoni Gomila, el otro conferenciante, planteó la pregunta ¿quién está al mando? y enumeró los distintos tipos de ceguera a los que estamos sometidos. ¿Somos un narrador que no tiene nada que ver con lo que ocurre realmente? ¿La consciencia es fiable o es una mera ilusión? Antoni habló de la facilidad con la que se pueden inducir falsos recuerdos en las personas, de pensamiento desiderativo, es decir, que aquello en lo que creemos influye en lo que vamos a ver. Llegó a plantear que el pensamiento de libertad podría ser una mera ilusión, ya que a través del experimento de Libet se vio que la activación premotora en el cerebro tenía lugar antes de tomar una decisión, lo que significa que el cerebro prepara el movimiento antes de que seamos conscientes de decidirlo.

Parece que estamos ciegos respecto lo que ocurre a nuestro alrededor. ¿Por qué nuestro cerebro nos oculta información? Lo seguiremos descubriendo en las siguientes ponencias del ciclo Barcelona Neurociencia.


La ceguesa quotidiana. Tertúlies de Ciència al Palau de la Virreina. 1 de desembre de 2011. Dins de Barcelona Neurociència.
Amb Rodrigo Quian i Antoni Gomila.
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