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25 de marzo de 2014

¿Tú de qué extremo eres?

¡Hola! Desde un extremo. Foto de txindoki

Cualquier mensaje con engagement, reciclado de algún escritor trasnochado, puede transformarse en toda una filosofía de vida si la publica un influencer, siempre que antes haya pasado por algún filtro de Instagram y se le hayan aplicado los hashtags correspondientes. Cuando los gurús de la tecnología empezaron a hablar de un futuro en el que sería posible personalizar la información no imaginé que eso en realidad significaba: Escoja usted lo que más le convenga, quédese siempre con lo que más le convenza y elévelo a la categoría de religión.

Las opiniones elevadas a religión en Internet se transforman en una arma muy potente para lograr visibilidad y hacer banderas, apologías, posts e, incluso, camisetas. Las opiniones se plasman en mandamientos y el que tiene mejor gracia en contarlos gana más retuits, likes y comentarios. Incluso este post, que pretende criticar la polarización de las opiniones, se está convirtiendo en un texto reivindicativo que busca que se calienten los comentarios a favor y en contra.

Grupos de influencers que opinan igual se encuentran en foros, redes sociales y quedadas presenciales para corroborar que lo que piensan es ciencia y lo que la ciencia dice parece corroborar cada uno de sus pensamientos. La información, entendida como materia prima a través de la que las personas se crean una opinión para argumentar con los demás, es un tesoro cada vez más difícil de localizar. ¿Quién está dispuesto a pagar la información de calidad? ¿Qué periodista trabajará simplemente por amor a la profesión información básica para la ciudadanía? Todo un rompecabecas del que siguen faltando piezas.

Los bloggers a veces hacen de periodistas de medios, los periodistas de medios hacen de bloggers. Los tradicionales géneros periodísticos se fusionan, se entrelazan y acaban difuminándose en algo híbrido sobre lo que es difícil discernir su fiabilidad.

Los emisores de información (sean personas, empresas, instituciones, marcas...) se clasifican en dos únicas categorías: "Buenos" o "malos" en función del latigazo provocado por la última horda de "internautas" cabreados o de fans entregados a la causa.

Hoy, cuando firmas una petición online, escribes un tuit o un post en tu perfil de Facebook, debes tener en cuenta que tal o cual idea podrá ser llevada hacia un extremo: Si publicas sobre animales corres el peligro de convertirte de la liga por la defensa de los animales, si publicas sobre un partido político, automáticamente estarás votándolo las siguientes elecciones.

Con todo, siendo consciente que he llegado a polarizar en este post a los que polarizan y a los que intentan no hacerlo, ¿tú de que lado estás?

4 comentarios:

  1. Yo estoy del lado del equilibrio inestable, de ese falso equilibrio que algunos buscamos para no lanzar cohetes a destiempo, para no enzarzarnos en discusiones ombliguistas que excluyen a los que no "son de la secta", para, a ser posible, poner los pies en el suelo. A mí, además me fastidian las sentencias "sentando cátedra" basadas en mucho leer y poco o nada hacer. Súmale, como bien apuntas, el poco esfuerzo general (a veces yo también me contagio) por comprobar fuentes y afirmaciones. Al final va a resultar que mi abuela era la más cuerda cuando decía: nena, déjalos, que no saben lo que dicen!
    Genial post Montse :)

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  2. Lo digo con frecuenciaporque cada vez lo veo más. Se nos llena la boca con lo buenoa que es la discrepancia, las opiniones distintas pero cuando alguien discrepa de lo que decimos nosotros, o lo que dice la mayoría, o la minoría, da igual, se lanzan contra él.

    No nos gusta la discrepancia. Pensamos que nuestra opinión está fundamentada. Si no no la tendríamos. No nos gusta estar equivocados. Y no acabamos de aceptar que otro piense distinto. Si lo hace o no tiene ni idea (ingnorancia) o tiene intereses ocultos (maldad).

    Bien escrito. ¡Aunque discrepemos!

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  3. Montse, en algunos confines -cada vez mas próximos- es SI o SI...

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  4. Hace más de cien años, a Mathilde Marchesi -la profesora de canto de Nelly Melba y heredera de Manuel García, el inventor del laringoscopio- se le preguntó: "Y para usted ¿cuál es la mejor escuela de canto? ¿Italiana, francesa? ¿La alemana?" Madame Marchesi, sin inmutarse, respondió: "yo sólo conozco dos escuelas de canto: la de cantar bien y la de cantar mal".

    En este caso yo creo que salvando las distancias es exactamente lo mismo. Tenemos líderes de opinión -o líderes de la manada-, tenemos nuestras propias opiniones y también el miedo -lógico- de ser disruptivo, incluso rompedor y no mostrarte de acuerdo con algo cuando parece que todos piensen lo mismo.

    La opinión de Rafa T. me parece muy acertada y pone el dedo en la llaga en el fondo de la cuestión, y es que todos, en el fondo, creemos estar en posesión de la verdad.

    Mònica también tiene su parte de razón cuando afirma que pocas veces -menos que las que debiéramos- comprobamos las fuentes y veracidad de lo que se afirma. Hablando de veracidad y salvando las distancias, en unas jornadas a las que asistí en Bruselas, nos decían que 1000 millones de personas usaban el Excel en todo el mundo. Lástima que faltó añadir que muchos de ellos lo usan de una manera muy creativa... ;-)

    Para finalizar: si no nos leemos la letra pequeña del contrato del móvil, de la televisión de pago o de Whatsapp o Facebook, cómo comprobaremos lo que se afirma en un blog... o en una noticia de prensa.

    Gran post, de los que hacen reflexionar. ;-)

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